Georgina Santiago.- La reciente victoria de Emilia Pérez en los Globos de Oro, donde logró llevarse premios varios premios, uno de ellos como Mejor Película Musical, ha desatado una tormenta de críticas en redes sociales. Aunque celebrada por algunos como un hito en la cinematografía internacional, para muchos mexicanos la cinta no solo perpetúa estereotipos dañinos, sino que también minimiza problemáticas sociales profundas.
Desde el casting hasta el guion, Emilia Pérez ha sido señalada como un ejemplo de cómo está industria sigue apropiándose de culturas ajenas, simplificando y descontextualizando temas que no conoce del todo bien. Entre todas las controversias que ha tenido esta, entre las más habladas se encuentra la participación de Selena Gómez, quien, aunque tiene ascendencia mexicana, fue elegida para interpretar un papel que muchos consideran debería haber recaído en alguien más conectado con la cultura mexicana. Además, la trama, centrada en un narcotraficante que transiciona de género, ha sido calificada de insensible y simplista, especialmente por su representación de la violencia y la transición.
En plataformas como X y Tiktok, muchos usuarios han compartido comentarios contundentes:
«Siento que todos los premios que le dieron en los Globos de Oro a Emilia Pérez están poniendo en evidencia el nivel de racismo muy rancio y cínico que tienen la mayoría de gringos blancos y que mucha gente quiere pensar que ya no existe, pero bien que está ahí.»
«El mayor insulto de Emilia Pérez es a las víctimas de la violencia en3 México, la frivolidad y patetismo con el que es tomada su tragedia.»
Estos puntos reflejan una molestia generalizada que va más allá de la industria del entretenimiento; ya que toca fibras sensibles sobre la representación de la identidad mexicana y los problemas sociales que enfrenta el país actualmente.
Jacques Audiard, director de la película, afirmó haber querido explorar la cultura mexicana desde una perspectiva novedosa, pero el resultado para la mayoría ha sido percibido como un ejercicio desde el privilegio y la desconexión. La violencia, el narcotráfico y las identidades de género, temas complejos y sensibles, fueron tratados con un enfoque que, para muchos, carece de mucha profundidad y respeto, a comparación de películas que han hecho cineastas mexicanos que sin duda, cuentan con un nivel aún más alto.
Emilia Pérez no es solo una película cuestionable; sino un recordatorio de cómo las historias contadas desde fuera, sin la participación significativa de las comunidades que representan, pueden caer en clichés dañinos. Si bien el cine tiene la capacidad de conectar culturas, también debe responsabilizarse por la autenticidad y el respeto hacia las realidades que aborda.
